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martes, 17 de junio de 2014

Moncayo (2.316 m.), nocturna con luna llena


Ocaso desde la cima del Moncayo

13 de junio de 2014,
   Este fin de semana tenía compromisos familiares en La Rioja. Como estaba solo, mi plan era madrugar y hacer una excursión matinal el sábado de camino a tierras riojanas.
   Tenía en mente una circular bastante larga y con buen desnivel ascendiendo a Peña Negrilla y al Moncayo desde Agramonte.
   Pero la tarde del viernes, al salir de trabajar, me entero que esa noche hay luna llena y dan tiempo estable. ¿Por qué no adelanto el viaje y aprovecho para subir al Moncayo para ver atardecer?. Después podré bajar con la luz de la luna y dormir en el aparcamiento de Agramonte y al día siguiente hacer la excursión que tenía pensada, aunque ello suponga subir dos veces al Moncayo en menos de 12 horas. No me importa, pues a esta montaña le tengo un cariño especial.
   Menos mal que no soy supersticioso, porque luego me di cuenta de la combinación de "malos augurios": Luna Llena, Viernes 13, y una noche en soledad junto a las ruinas del "Sanatorio de Agramonte", con todas las "leyendas negras" que envuelven a ese inquietante lugar.
   Dicho y hecho. Sin pensármelo dos veces cargo los bártulos y me pongo en viaje.
   Con la tarde avanzada ya estoy subiendo por la carretera de Agramonte. Hace viento, los rayos de sol caen oblicuos y únicamente me cruzo con un ciclista por el camino.
   Llego al Santuario. El propietario me recomienda aparcar fuera de la explanada porque a veces cierran la cadena por la noche. Por si acaso dejo el coche fuera del recinto.
   Me calzo las botas y comienzo a caminar por el sendero que tantas veces he recorrido. Al salir del bosque, a los pies del Circo de San Miguel, me encuentro con un trío de montañeros que se extrañan de verme subir a estas horas. Pero más perplejos se quedan cuando me ven abandonar la ruta normal y encaminarme hacia la loma de la derecha, por donde ascendemos con esquís en invierno.
   El sol está muy bajo y el Circo ya está en penumbra, por eso he decidido buscar la costera que lo bordea por el Noroeste, todavía bañada por el sol.
   Atravieso un pequeño bosquete de pinos y salgo al lomo, repleto de piedras y plantas rastreras. Progresaré con calma, con tendencia a la derecha para buscar el sol.
   El viento arrecia y me alegro de abandonar la sombra y recibir los tibios rayos en la cara. En ese momento me encuentro con una enorme pieza de un avión, testigo de alguno de los accidentes aéreos que ocurrieron hace unas décadas, sucesos que han alimentado las crónicas negras de esta montaña tan singular.
   Llego a la cima antes de las nueve. Me ha costado poco más de una hora subir. Me abrigo, picoteo algo y deambulo un rato por los alrededores, esperando el ocaso.  Desafortunadamente la visibilidad no es buena, no hay mucha nitidez.
   Hago unas fotos y me parapeto tras un abrigo de piedras mientras contemplo la puesta de sol. Disfruto de la extraña sensación de soledad y observo el atardecer, un espectáculo tan viejo como la Tierra misma. Y uno entiende la magia, el misticismo y la simbología que representaban para nuestros ancestros los momentos del amanecer y el atardecer.
   Dejo que el astro rey se oculte y con las luces púrpura tiñendo el horizonte emprendo el regreso, esta vez por la ruta normal.
   Unos tímidos relámpagos entre nubes centellean sobre las Cinco Villas. La penumbra de las vastas extensiones por el norte se va adornando con miles de luces anaranjadas, casi macilentas. Los pequeños pueblos de San Martín, Lituénigo y Litago quedan eclipsados por las brillantes luces halógenas de los Polígonos de Tarazona e incluso Tudela, más lejos aun. El cielo estrellado parece reflejado sobre las llanuras del Campo de Borja.
   Voy descendiendo, el aire amaina y me envuelve un silencio sepulcral. Antes de llegar al bosque la luna me da la bienvenida, grande, oronda y luminosa.
   Pero enseguida entro en el bosque y las ramas me privan de luz. Enciendo el frontal. Oigo algunos chasquidos, seguramente animales extrañados de ver un cono luminoso serpentear entre los árboles.
   Llego al Santuario. El bar aun está iluminado pero en el parking solo hay un coche.
   Dejo la mochila en el maletero y bajo hacia Agramonte. Conduciré muy despacio. Es casi medianoche y el bosque rebosa vida. Me cruzaré con corzos, familias de jabalíes, algunos de tamaño enorme, e incluso un zorro.
   El aparcamiento de Agramonte está vacío. Abato los asientos traseros y me tumbo, algo incomodo. La tenue luz de la luna baña el ambiente y crea un mundo de blancos y negros, reina la calma y el silencio es casi ensordecedor. Intentaré dormir unas horas.

  • Desnivel + acumulado: 740 m. 
  • Distancia recorrida: 6 km.


Subiendo con las luces de tarde. Lástima que haya poca nitidez


Dejando pasar el rato


"Mira el Moncayo azul y blanco...dame tu mano, y paseemos..."


El viento arrecia, hay que agarrarse a buen madero


Vistas al sur


Las luces y los colores cambian...


...y el espectáculo dura apenas unos minutos


Se acaba el día...


...y viene la noche


10 comentarios:

JonyMao dijo...

Bonita opción ;)
Saludos

Óscar Martín Estallo dijo...

Bonito, sí señor!
Como sabes disfrutar!

Luis Mata dijo...

Muy buena idea y bonitas fotos. Otra buena opcion hubiese sido vivaquear en la cima y asi el premio es doble, las luces de anochecer y las del amanecer y encima con luna llena!! Ah! y sin brujas y fantasmas, que allí arriba no suben, jaja
un saludo

Amuso dijo...

Eso si que es aprovechar el tiempo¡¡¡

Saludos

Fer.

Mariano Antonio Javierre Lacasta dijo...

Como la nieve queda pelín lejos, es una buena opción para disfrutar la luna llena, Lástima del bosque que te dejaría a oscuras.
Ya sabes, el invierno que viene con nieve, resultará espectacular.
¡Que vaya bueno!

David Naval dijo...

Hola a todos!
Fue una experiencia que me gustó. Había visto amanecer en alguna cumbre pero nunca ponerse el sol.

Lo de vivaquear lo tengo más complicado pues no tengo material bueno para pasar la noche. Con mi saco cutre hubiera terminado congelado. Con el aire que siempre sopla en esa cima no me extraña que los fantasmas o las brujas no suban por allá arriba. Si no llevan ancla lo llevan crudo, jeje.

Con nieve y luna llena la luminosidad tiene que ser impresionante. A ver si este invierno hago alguna caminata nocturna, aunque sea a un ibón.

Saludos a todos y gracias por vuestra visita.

Eduardo Pardo dijo...

Bonita opción David, y más ahora que el calor aprieta por esas zonas, saludos

David Naval dijo...

Hola Eduardo,
La verdad que fue una decisión de última hora, rápida y sin preparar pero me dejó buen sabor de boca..
Un saludo.

David dijo...

Invierte en un saco!!! Vivaquear en una cima es del todo recomendable!! Yo lo hice un invierno hace ya unos cuanto años en el Moncayo y fue genial!! Aunque pocos, hay días que en el Moncayo no sopla un pelo de aire, yo he tenido varias tardes de esas.

Las fotos de aquella noche..

http://www.slideshare.net/mtperdido/moncayo-vivac-music

David Naval dijo...

Hola David,
He visto las fotos. Bonito amanecer, con esas nieblas en los valles. ¡¡Vivaqueando en pleno invierno !! ¿Pero que sacos lleváis para dormir en febrero en la cumbre del Moncayo?
Saludos.

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